Hoy, según claman las redes sociales, es el día internacional del beso.
¿Os imagináis? Ahora hay un día internacional para casi todo. Me hace gracia esa especie de necesidad de otorgarle un día a cada emoción, acción o lucha humana. De alguna forma siento que cuando todos los días hay algo que ensalzar o celebrar, la celebración pierde su fuerza reivindicadora. Deja, de alguna forma, de tener sentido celebrar nada.
No sabía que había un día internacional del beso, ni pensaba que hubiera necesidad. Pero se me ocurre que en estos días en que muchos echamos en falta los besos que no podemos dar ni recibir, en que la soledad y el alejamiento físico se han convertido en un mal necesario yo puedo añorar los besos y el calor que faltan con palabras. No las mías, pero sí mis favoritas desde la adolescencia, cuando cierta obra de teatro calló en mis manos gracias al buen ojo de un venerable y sabio profesor.
Aún hoy creo que es la mejor definición que he leído nunca. Y os la dejo aquí:
"CYRANO:
Hablábamos de un beso.
Dulce fuera el vocablo en vuestra boca,
mas no lo pronunciáis. Si os quema el labio,
¿qué no haría la acción? Sed generosa,
venced vuestro temor... sin daros cuenta,
ha poco os delizasteis sin zozobra
de la risa al suspiro y del suspiro
al llanto... Deslizaos más ahora
y llegaréis al beso sin notarlo,
pues la distancia entre ambos es tan poca
que un solo escalofrío los separa.
ROXANA: ¡Callad!
CYRANO:
Al fin y al cabo, ¿qué es, señora,
un beso? Un juramento hecho de cerca;
un subrayado de color rosa
que al verbo amar añaden; un secreto
que confunde el oído con la boca;
una declaración que se confirma;
una oferta que el labio corrobora;
un instante que tiene algo de eterno
y pasa como abeja rumorosa;
una comunión sellada encima
del cáliz de una flor; sublime forma
de saborear el alma a flor de labio
y aspirar del amor todo el aroma".