jueves, 13 de octubre de 2011

Viento del Este, segunda parte.


- ¿Se puede saber qué es eso? -preguntó Nick volviendo a mirar la manifestación.
- Solo una vieja canción de mi gente.
Nick sabía que no era nada esclarecedor ni aconsejable preguntar a Jofiel sobre “su gente”, como el los llamaba. Así que solo siguió mirando, y no dijo nada más.
Abajo pudo ver que había gente que se sentaba en el suelo, y que otros saltaban. Había mucha gente joven, y menos de los que ya no se acuerdan de que era eso de los ardores de la juventud. 

- No entiendo porque hacen esto -dijo de repente- estas cosas nunca sirven de nada.
- No, la verdad es que no -contestó Jofiel- O tal vez sí. Depende de lo que entiendas por servir.
- Si, bueno... -respondió Nick, incómodo.
- Has visto cientos de estas en televisión y en los periódicos. Nunca has pestañeado antes. ¿Qué tiene esta de diferente? 
- Nada... solo es eso. Me sorprende que no se den cuenta de que ni siquiera buscan lo mismo. Cada uno piensa que su idea es la buena, que la del de más allá está equivocada. Se atacan, y al final los de abajo acaban peleando las guerras de los de arriba, que mientras tanto toman cafés juntos después de lanzarse pullas delante de una cámara.
Jofiel enarcó las cejas y movió la cabeza. Esta vez se giró para mirar a Nick.

- Vaya... nunca pensé que tuvieras ese tipo de pensamientos...
- Que no me manifieste no significa que no tenga ojos y oídos. ¿Recuerdas Tánger? Aquel tipo...
- Si, me acuerdo. 
Jofiel se acordaba bien. Aquel tipo era un espía, un contrabandista, un pobre hombre que hacía lo que podía por sobrevivir. Había sido su enlace más de una vez. Supieron que había muerto tratando huir de todo cruzando el estrecho. Se lo tragó el mar, a él y a sus sueños de una vida distinta, lejos del filo de la navaja.

- Que no me mueva no quiere decir que piense que este mundo es justo -dijo Nick- solo pienso que... no lo cambiarán. No está en la mano de esta ciudad, ni de este país. 
- No lo harán. Tienes razón. Pero... -Jofiel se apoyó en la barandilla- nadie podrá decir que la sociedad está contenta con lo que tiene. El mundo no puede ser perfecto... por eso la gente siempre luchará por algo. Esta plaza esta llena de gente que piensa mil cosas distintas y solo una cosa en común: que no les gusta lo que ven.
Nick resopló incrédulo. Parece mentira que me vengas con esas ahora, replicó.
Jofiel sonrió ampliamente. Yo ya he peleado mis guerras, chaval, le contestó. A cada cual, lo suyo. Yo aquí soy observador, igual que tu, le contestó Jofiel. Después se apartó de la ventana y se fue hacia la cocina, dejando a Nick solo en el salón, todavía mirando por la ventana. Jofiel sacó unas tazas y azúcar.

- ¿Una taza de té? -preguntó en voz más alta de la habitual en él. No hubo respuesta.- ¿Nick?
- Luego -le llegó la respuesta. 

Jofiel oyó el sonido de la puerta de la casa abrirse y luego cerrarse con un golpe sordo. Luego, pasos apresurados por la escalera. En la plaza seguía oyéndose el murmullo del gentío. Jofiel sonrió, terminó de preparar su té y salió de nuevo al ventanal. Dio un sorbo al té mientras pensaba que en lo alto de la torre de la iglesia se veía todo mucho mejor.

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