Nick fue muchas personas, o quiso serlas en algún momento de su vida. Nació queriendo salvar el mundo, saltando de tejado en tejado, ágil y rápido. Soñó que derrotaba piratas surcando el cielo de Nunca Jamás. Que las calles de Agrabah no tenían secretos para él, y que podía saberlo todo de París sin bajarse de los tejados de Notre Dame. Deshollinó negras chimeneas al compás de la música, siempre atento al viento del este. Tuvo con el arco la puntería del héroe de Sherwood, y desde entonces siempre quiso ser ladrón. Creció con las historias que le contaban en un viejo barco de vapor, aprendió de un engreído belga las armas de la mente, y de tres mosqueteros del rey, el valor de una espada en manos de un diestro tirador. Con una espada y una máscara fue a veces el Capitan Fracasse, y otras vivió la comedia italiana y fue Omnis Omnibus como Scaramouche. Quiso escribir los versos del Siglo de Oro, apasionado como Lope, ácido y genial como Quevedo, sabio como Calderón. Compadeció a Edmundo Dantés, y aprendió que no todas las cárceles te separan del mundo con unos barrotes de hierro. Quiso escribir sobre el amor como nunca nadie lo hubiera. Tardo mucho en aprender que nada escribe mejores historias que un corazón roto, y que el amor no se escribe, sino que se sangra y se vive, y que todos los que escribieron sobre él hubieran quemado hasta el último de sus versos y prosas a cambio de que la historia acabara como ellos la habían soñado.
jueves, 15 de diciembre de 2011
Una vida
Nick fue muchas personas, o quiso serlas en algún momento de su vida. Nació queriendo salvar el mundo, saltando de tejado en tejado, ágil y rápido. Soñó que derrotaba piratas surcando el cielo de Nunca Jamás. Que las calles de Agrabah no tenían secretos para él, y que podía saberlo todo de París sin bajarse de los tejados de Notre Dame. Deshollinó negras chimeneas al compás de la música, siempre atento al viento del este. Tuvo con el arco la puntería del héroe de Sherwood, y desde entonces siempre quiso ser ladrón. Creció con las historias que le contaban en un viejo barco de vapor, aprendió de un engreído belga las armas de la mente, y de tres mosqueteros del rey, el valor de una espada en manos de un diestro tirador. Con una espada y una máscara fue a veces el Capitan Fracasse, y otras vivió la comedia italiana y fue Omnis Omnibus como Scaramouche. Quiso escribir los versos del Siglo de Oro, apasionado como Lope, ácido y genial como Quevedo, sabio como Calderón. Compadeció a Edmundo Dantés, y aprendió que no todas las cárceles te separan del mundo con unos barrotes de hierro. Quiso escribir sobre el amor como nunca nadie lo hubiera. Tardo mucho en aprender que nada escribe mejores historias que un corazón roto, y que el amor no se escribe, sino que se sangra y se vive, y que todos los que escribieron sobre él hubieran quemado hasta el último de sus versos y prosas a cambio de que la historia acabara como ellos la habían soñado.
domingo, 11 de diciembre de 2011
Desarmado
miércoles, 23 de noviembre de 2011
Inevitabilidad
sábado, 5 de noviembre de 2011
If I sang out of tune...
jueves, 20 de octubre de 2011
20 de Octubre
jueves, 13 de octubre de 2011
Viento del Este, segunda parte.
Viento del Este, primera parte.
miércoles, 5 de octubre de 2011
Secretos.
domingo, 12 de junio de 2011
Reencuentro, tercera parte.
Nick se arrepintió de no haber pedido el suyo con leche... pero sabía que a Jofiel eso le parecía casi un sacrilegio. Té con leche, que desperdicio, le oyó murmurar en la lejanía de los recuerdos. Recuerdos. Eran tantos... Y allí, en ese local, empezaban a amontonarse más y más, como buitres alrededor de un cuerpo inanimado.
- ¿Recuerdas cuando me fui? -preguntó Nick mirando por la ventana, mientras daba el primer sorbo a su taza.
- Es difícil de decir... -contestó Jofiel mirándolo, sin tocar todavía la suya - parece como si de repente, un día... te hubieses esfumado. Sin más. Me sorprendió... creía que al que se le daba bien desaparecer era a mi... -continuó esbozando una sonrisa.
Más recuerdos. Nick miró el rostro de Jofiel. Puede que aparentase la juventud madura y el vigor de cuarenta y pocos otoños, pero él sabía que detrás de esa apariencia había mucho, mucho más.
- Después de aquel... ¿cómo decías? tu último trabajo... -suspiró Nick- todo dejó... no se... de tener sentido ¿sabes? - Jofiel no dijo nada. Cogió su taza, exprimió con la ayuda de la cucharilla el té que aun podía extraerse de la bolsita y después la apartó en el plato. Aspiró el aroma que ascendía de su taza y después bebió lentamente, con los ojos cerrados. Su expresión era de absoluto deleite. A Nick siempre le había fascinado que un ser como Jofiel disfrutase tanto de los placeres más pequeños e insignificantes.
- Yo... llegué a todo eso como de casualidad - continuó Nick- De repente mi mundo se revolucionó, la vida que conocía antes... ¡Dios!¡Es como si estuviese borrosa! -exclamó.
- Ya sabes lo que opino yo de las casualidades - contestó Jofiel todavía degustando su té.
- Vale... vale. Lo que sea. Pero...
- Pero un buen día el hacer tu rutina y tomar una decisión te cambió la vida. Nada nuevo, Nick... en realidad, le pasa a todo el mundo, de una forma o de otra.
- Bueno, no me negarás que en este caso fue un poco más... especial.
- Si, es verdad.
- Y de repente... durante lo que siempre me ha parecido una eternidad... todo fue diferente. Y llegué a acostumbrarme a todo eso... al ritmo frenético, a lo inesperado, al miedo, a lo que no entendía... a todo eso que parece que a ti ya no te afecta.
- Será la práctica -respondió Jofiel sin darle importancia y terminando después su té. Nick sabía que era una de sus respuestas de despiste, totalmente falsas. Pero no lo mencionó.
- El caso es... que me gustaba. Y cuando se acabó...
- Se te hizo difícil llevar otro tipo de vida -concluyó Jofiel- uno más normal, uno menos... endiablado.
- Si, creo que eso es -dijo Nick bajando la vista. Su té empezaba a enfriarse.
- Nick -empezó Jofiel despacio- toco la guitarra en el metro de Londres. Y tu sabes que no es porque necesite calderilla para comer, precisamente... -se frotó la cabeza en ese gesto que a Nick siempre le pareció discordante con el resto de su personalidad- Tu eres joven, mucho más adaptable que yo... podrías haber hecho cualquier otra cosa. No te engañes.
Nick no dijo nada. Se bebió de un trago, casi con rabia, lo que quedaba en su taza. Apretó la mandíbula y desvió la vista. Las imágenes le golpeaban la memoria, una detrás de otra. Se acordó de aquella frase... ¿cómo era?
- Cuidado con lo que deseas... puede convertirse en una realidad -Jofiel pareció leerle la mente. A Nick siempre le impresionaba ese truco. Hizo un esfuerzo por sonreír.
- ¿Crees que fuimos héroes? - Jofiel sacudió la cabeza, y el cansancio y los años que no aparentaba se asomaron a su mirada.
- Creo que tomamos decisiones, que nos atrevimos, que nos equivocamos, que aprendimos, que luchamos, que sufrimos, que perdimos... y que al final, tocó sobrevivir. Seguir adelante.
- A veces me sentía un héroe. Pensaba que los dos lo éramos. Que algún día escucharíamos susurrar lo bien que lo hicimos a pesar de todo... -murmuró Nick- y creo que... cuando me di cuenta de que eso nunca pasaría, lo poco que quedaba de mi se convirtió del todo en Nick Halden.
Se miraron. Sonrieron.
- Sigues siendo tu, imbecil -le soltó Jofiel - ¿Qué más da el nombre?es sólo... que has perdido el norte. Pareces más perdido que cuando te vi por última vez.
- ¡No lo estoy! -protestó Jofiel. No se lo creyó. Jofiel tampoco.
- Se me hace tarde -dijo de improviso mientras se levantaba y echaba un vistazo a su reloj.- He de irme... pero nos veremos por aquí, pronto. Nick asintió en silencio mientras se levantaba a su vez. Jofiel pasó por su lado y le dio un apretón en el hombro.
- Me alegro de volver a verte -casi susurró. Después desapareció a su espalda. Nick suspiró. Se sentó de nuevo y se giró para mirar por la ventana. No vio a Jofiel por ninguna parte. Y de pronto algún resorte reaccionó en su mente. Se llevó la mano al bolsillo de la americana, y sus dedos notaron el tacto de un trozo de papel. Sacudió la cabeza, incrédulo. Aun se la colaba con facilidad pasmosa. Sacó el papel y lo leyó. Volvió a guardárselo. Suspiró otra vez. Adiós al plan del Casino. Al menos, pensó mientras se ponía en pie y echaba a andar con paso firme, ahora ya tenía algo concreto que hacer en la ciudad de Londres. Y por un momento volvió a sentir esa sensación. Esa chispa. El hormigueo en el estomago. El descreimiento, la apatía, cedieron un punto, y entró la emoción. La tensión de la caza, la sed de aventura. De dejar huella. Quizá nunca se fueron. Quizá siempre habían estado allí, muy en el fondo.
***
Desde la azotea del Empire Casino, Jofiel observó a Nick moverse con agilidad entre el gentío que aun pululaba por Leicester Square a pesar de que la noche empezaba a caer. Con paso rápido, el joven giraba a su derecha, ignorando las amplias puertas del Casino y enfilando Tottenham Court Road. Jofiel sonrió para sus adentros. Es un buen chico, se dijo. Jugando a ser de los malos. Un rebelde con una causa muy personal... pero insuficiente. En verdad era bueno volver a tenerlo por allí. Al fin y al cabo, Jofiel siempre había pensado que valían más los dos juntos que por separado.
domingo, 29 de mayo de 2011
Reencuentro, segunda parte.
Salieron al exterior. La luz del sol londinense les golpeó en la cara a través de las grises nubes. Los taxis rugían, los transeúntes circulaban esquivándose unos a otros en ese hervidero llamado Piccadilly Circus. Al unísono, como si el mismo resorte interno los moviera a hacerlo, Nick y Jofiel miraron a su derecha y se detuvieron unos segundos. Observaron la estatua de Eros en una especie de silencio reverencial y sonrieron. Después siguieron caminando, dejando que Eros lidiase con los cientos de turistas que se agolpaban a sus pies, sacando fotos, descansando... esas cosas que hacen los turistas.
Bordearon el Trocadero en silencio. Nick sabía adonde lo llevaba Jofiel: Leicester Square. Solía ser uno de sus sitios favoritos de Londres. El Empire Casino a un lado, el enorme cine Odeon al otro, y en medio, cientos de huellas de glorias del pasado inmortalizadas en el metal. Charlton Heston, Michael Caine... Nick solía ir a visitarlos cada vez que salía del Casino con la cartera significativamente más abultada que cuando entró. Después daba una vuelta a la cuadrada plaza y visitaba a los inmortalizados, como agradeciéndoles uno a uno la mucha o poca influencia que habían tenido en su vida. Varios artistas callejeros intentaban llamar la atención del respetable con sus caricaturas hechas al momento. Dios mío... cuanto tiempo había pasado. Y todo estaba igual.
- ¿Donde siempre? -pregunto Jofiel sin girarse.
- Por los viejos tiempos -contestó Nick mirando de soslayo la fachada del Casino. Eso puede esperar, se dijo.
Giraron a la derecha y pasaron por delante del Odeon. Unos pocos pasos más y ya estaban. Jofiel pasó primero entre las mesas que había en la terraza, abarrotadas de ingleses degustando sus pintas de cerveza. A un señor calvo le dio en el brazo con el borde del estuche de la guitarra. Excuse me, sorry, se disculpó sin mirar atrás. Nick lo siguió. Entraron al local, revestido de madera oscura, poco iluminado. Buscaron una mesa cerca de la ventana. Jofiel dejó sus cosas detrás de una silla y tomó asiento. Nick se sentó enfrente y buscó con la mirada al camarero. La música del local sonaba suave, de fondo...
“You’re just another angel in the crowd
walking on the wild West End...”
El camarero se acercó. Qué tomarán lo señores. Para mi un té blanco, dijo Jofiel. Para mi, uno negro, continuó Nick. El camarero preguntó si solo o con leche. Solo, contestaron ambos a la vez. Y después, se quedaron mirándose a través de la robusta mesa de madera. Estudiándose. Intentando quizá escudriñar en lo que habría pasado en la vida del otro desde que se vieron por última vez. Nick habló primero.
- Para odiar el metro, acabar tocando en una de las estaciones más concurridas de Londres es una paradoja bastante interesante...
- Es más bien un hobby... ya sabes, aquí está todo muy regulado -contestó Jofiel mirando por la ventana- además, a mi lo que me revienta son esas maquinas infernales. Las estaciones no me molestan. El caso es... ¿qué hacías tú en esa estación? -repuso, mirando a Nick con tranquilidad.
- Ya sabes... estas sentado en un sillón, aburrido, pensando en las licencias que se toma la vida en la forma de tratar a tus planes de futuro, acabas mandándolo todo a paseo y coges un avión. Así llegaste tu aquí la primera vez, ¿no?
- Más o menos... -concedió Jofiel al tiempo que el camarero se acercaba con las tazas de humeante té. El blanco aquí, el negro para él, cóbrese, y quédese el cambio. Muy amable, caballero, etc, etc. Cuando se trataba de té, Jofiel no se andaba con tacañerías.
sábado, 28 de mayo de 2011
Reencuentro, primera parte.
Londres estaba tal y como lo recordaba, a pesar de los años que habían pasado. El metro seguía siendo ese hormiguero con vida caóticamente organizada y propia. El tubo, lo llamaban. Nick recordó, mientras avanzaba por el andén entre la gente, todos los buenos momentos que había pasado viajando por aquellos túneles. Todo lo que había aprendido, lo que había planeado en ellos. Sonrió. Uno hace sus planes y después la vida hace con ellos lo que le da la gana. Pero, verdaderamente, había echado mucho de menos Londres. Su cielo gris y plomizo, su bullicio, su asfalto, su ruido. Sus luces y sus sombras.
Caminaba despacio, con paso seguro, hasta llegar a las interminables escaleras metálicas. Los carteles a un lado y a otro parecían anunciar los mismos musicales que hace unos años. Nick sonrió, complacido. Era como respirar lo familiar. Como si fuera ayer. Como si nada hubiera pasado. Y en realidad, habían pasado tantas cosas...
Y cuando a la escalera aun le quedaba medio camino, Nick escuchó la guitarra. Un riff calmado, más acariciado que tocado, nostálgico y añejo. Y aquella voz, ronca y susurrante, con un deje cansado y tan áspero que sonaba dulce. Aquella canción...
“The Ghost of Dirty Dick is still in search of little Nell...”
El corazón le latió con fuerza. Extraño... Habría corrido escaleras arriba, pero no lo hizo. Nick siguió aparentemente impertérrito, esperando pacientemente a que el peldaño de metal desembocase de una vez en el suelo de mármol de la estación de Piccadilly Circus. Entonces caminó, buscando entre la gente de donde provenía aquella canción. Aquel sonido de guitarra se volvía más rápido, los riffs evolucionaban... Nick miró a un lado y luego al otro, pero había demasiada gente. Solo cuando pasó la taquilla lo vio. Allí, en la salida que daba al Trocadero. Nick se quedó de pie, de piedra, dejándose tocar por aquellas notas que se convertían en un climax que siempre le ponía la piel de gallina. Observó con detenimiento al guitarrista. Allí estaba: delgado, moreno, con los ojos cerrados, como una sola unidad con su guitarra Stratocaster roja, acariciándola con pasión. Naturalmente. Piccadilly Circus. ¿Dónde, si no, podría haberlo encontrado, después de tanto tiempo? Solo en el lugar donde, años atrás, empezó todo... aunque fuera sólo en su imaginación. Allí estaba. Tal como lo recordaba. Caballero de la Nostalgia, Mercenario de la Melancolía, Marino del Mar de los Sueños, siempre con un verso en los labios y con la música, la poca que sabía, en el alma. Con esa mirada clara, demasiado abierta. Nick suspiró. La canción terminó, y se acercó al guitarrista, que guardaba con mimo su instrumento en el estuche.
- Sigues tocando fatal -dijo con una sonrisa difícil de clasificar. El guitarrista, después de cerrar el estuche, se incorporó y se dio la vuelta. Su expresión fue de sorpresa. Su sonrisa fue sincera.
-¡Nick! -exclamó- Vaya... vaya, vaya... -rió mientras daba dos pasos y se acercaba. Nick lo miró de cerca. Su mirada parecía cansada, como su voz.
- Bueno, en realidad... tengo que confesar que has mejorado mucho... - se corrigió Nick sin dejar de sonreír.
- Ya sabes... al final algo bueno tenía que salir...
Se quedaron en silencio, observándose. Luego, por fin, el músico habló.
- Ha pasado mucho tiempo... -casi murmuró con sus ojos fijos en los de Nick- ¿Qué... qué ha sido de ti?
- Pues... es largo de contar... -dijo mientras su interlocutor parecía examinar hasta el último detalle de su apariencia. Su pelo engominado, su traje impecable, su porte altivo.
- Tienes buen aspecto... -Nick cerró la boca. Sonrió con un deje amargo.
- Sigues mintiendo fatal.
- Lo siento... es que, después de todo... -el músico titubeó- ¿encontraste lo que buscabas? Quiero decir... no se... -Nick lo miraba inquisitivo- ¿eres feliz?
Nick rió, y el deje de amargura dejó de ser sólo un deje.
- Es largo de contar... -repitió, falto de ideas. El otro lo miró con afecto.
- Vamos... te invito a un té -dijo mientras cogía sus bártulos y echaba a andar en dirección a la escalera. Nick lo siguió, sin decir una palabra. Era extraño... ambos, subiendo de nuevo aquella escalera donde empezó todo. Como si el tiempo no hubiera pasado cuando, en realidad... habían pasado tantas cosas. Pero Nick solo disfrutó el momento, y pensó que se alegraba de haberse reencontrado con Jofiel.