viernes, 13 de marzo de 2020

Sobre el control


Hace apenas una semana todo parecía bajo control. No solo para mí, supongo que para la inmensa mayoría de la gente. Pero por tenerlo más conocido, déjenme que hable de mi caso particular.

Personalmente, estaba recién mudado de vuelta a Madrid, en el barrio en el que siempre quise vivir, en un piso que me encanta. Mucho aprendizaje, mucho autodescubrimiento, muchas ganas de crecer como persona.

Profesionalmente, un buen comienzo del año y unas expectativas muy positivas: un espectáculo en auge en un pequeño de teatro del centro de Madrid, contrataciones que se amontonan en el calendario.

Una familia que me quiere, unos amigos que me apoyan, algo de dinero en el banco, muchas ilusiones y muchas ganas de que 2020 fuera un año un poco mejor que sus predecesores.

Y de pronto, sucede. Todo gira muy rápido. Podría haber sido un accidente, podría haber sido algún problema serio de salud. Pero en este caso, solo fue una pandemia mundial sin precedentes en este mundo globalizado del S.XXI.

Los teatros cierran, las contrataciones que había empiezan a desaparecer una a una. Las de este mes, las del siguiente. Los proyectos inmediatos empiezan a verse comprometidos por la nueva situación. Cuarentena, arresto domiciliario generalizado. Lejos de la familia, de los amigos de toda la vida. Incluso de tu puñado de incondicionales aquí en Madrid. No sabes cuándo volverás a trabajar ni a ganar dinero. No sabes qué clase de decisiones tendrás que tomar, porque no sabes cuánto durará la situación ni si empeorará. Todo es posible.

Solemos dar por hecho que tenemos nuestras vidas más o menos bajo control. Pero eso no existe: el control sobre nuestras vidas, al que las comodidades y avances de este siglo nos han acostumbrado son una quimera, una ilusión. Nuestros ancestros lo sabían bien, pero nosotros lo hemos olvidado.

¿Qué podemos controlar en nuestra vida? Podemos programar nuestra televisión, trastear con nuestros gadgets que hace no mucho nos hubieran parecido de ciencia ficción. Podemos decidir a qué hora comemos, o a la que nos vamos a dormir. 

¿Y qué hay de cosas un poco menos mundanas?¿Qué certezas tenemos? Podemos confiar en que las leyes físicas seguirán siendo las mismas y en que algún día, todos esperamos que más tarde que pronto, moriremos. Pero hoy, allá afuera, en esta ciudad que ha enmudecido, cada día más gente ha recibido la visita de la parca mucho antes de lo que hubiera deseado.

No, no tenemos apenas control sobre el devenir de la vida. Podemos aprender a atemperar nuestra voluntad y a volvernos flexibles, aprender a adaptarnos a cada nuevo giro del destino. Podemos forjar un carácter estoico. Podemos aprender a anticiparnos a las circunstancias, a no pensar que la vida y sus cosas seguirán una trayectoria predecible y uniforme.

Y sobre todo, podemos aprender a valorar las cosas realmente importantes. Porque no importa lo fastidioso que haya sido este golpe inesperado: lo cierto es que sigo teniendo una familia que me quiere y unos amigos que me apoyan. Aún me queda salud y el dinero se irá y volverá sin que eso deba hacer mella en mi ánimo o mi capacidad de sonreír.

Porque hasta este golpe que a ratos se me antoja duro es en realidad más amable de lo que la vida podría haberme puesto en el camino: si este es lo suficientemente largo, seguramente todos tendremos que vérnoslas con retos mucho más difíciles.

Quizá sea hora de soltar esa ilusoria idea del control sobre nuestras vidas, de pensar demasiado en un futuro nebuloso e incierto. Porque, suene o no a tópico, lo único cierto es hoy.

Y hoy aún puedo escribir, aún puedo decir a los míos que los quiero y todavía puedo escuchar una canción que me caliente un poco esta soledad que no parece tener fecha de caducidad.


1 comentario:

Papá... dijo...

Me sigue emocionando leerte.
No sé de dónde has sacado esa facilidad para sacar de tu corazón, de tu alma todos tus sentimientos, tus preocupaciones, tus tranquilidades, tus no-miedos, tus sueños, y expresarlo todo con esa (aparente) sencillez, claridad y auténtica vivencias.
Gracias por ello.
Te quiero.