viernes, 30 de octubre de 2020

Añoranzas

Echo de menos hacerla reír. Ver cómo se le cierran los ojillos y se desdibuja el hoyuelo de su barbilla, escuchar esa risa tan suya. En esos momentos sabía que era ella, brillando en una carcajada.

Echo de menos verla desatarse en un escenario y cantar, poner todas esas caras tan graciosas mientras se mueve como la reina del soul, del rock, del blues, de toda la música. Echo de menos esas miradas cómplices que se le solían escapar, da igual todo lo que haya pasado entre entonces y ahora.

Echo de menos hablar con ella. Lo echo mucho de menos. Echo de menos las conversaciones que no tenían más que el aquí y el ahora, cuando podíamos decir lo que pensábamos sin reservas. Echo de menos sorprenderme en temas que nunca creí que hablaría, enredarnos horas y horas sin darnos cuenta. Echo de menos escucharla hablar de las cosas que le apasionan, planear las cosas más lejanas y bonitas, sentirla ilusionada. 

Echo de menos apuntar a un huevo ridículo con armas imposibles en una pantalla de ordenador y sentir su entusiasmo al ganarme y su rabia al perder. Echo de menos jugar con ella al ajedrez y que me ponga en apuros. Pensaba que llegaría a ganarme todas las partidas.

Echo de menos que se metiese conmigo por mi poca creatividad en la cocina. Echo de menos verla queriendo enseñarme, extraño cocinar cosas nuevas con ella. Echo de menos su pasta a la boloñesa, que a veces, sin éxito, trato de recrear.

Echo de menos llevarla detrás, abrazada a mí en la moto y que me recuerde que se sabe mil veces mejor que yo las reglas de circulación. Que me recuerde que, bueno, que puedo pasarme un poquito de cincuenta en poblado pero que setenta es demasiado. 

Echo de menos planear viajes de carretera y que ella ponga la música mientras yo conduzco. Echo de menos que me enseñe los temas que le emocionan, aunque a mi no me digan tanto. Echo de menos sentir ese entusiasmo suyo por hacerme partícipe de su mundo interior, aunque la canción no consiguiese llegarme. Tengo una lista de reproducción que me recuerda que esas veces eran las que menos.

Echo de menos su carilla de sorpresa si la iba a buscar de improviso o si le llevaba una barra de chocolate blanco. Echo de menos la cada vez más difícil búsqueda de Conguitos Blancos para provocar esos ojos desorbitándose y la curva de sus labios explotar en una sonrisa. Qué barato me salía.

Echo de menos ver una serie o una película con ella, apretada contra mí o en la distancia, enganchados a historias de amor a través de los siglos o a la investigación del más brillante detective. Echo de menos intentar engancharnos a una serie nueva. Echo de menos ver con ella esas sitcoms que ella pensaba que no me gustaban, pero que para mi eran más de lo que ella podía suponer. Echo de menos reírme por dentro cuando ella decía todos los diálogos de una película de Disney al ritmo de los personajes.

Echo de menos verla preocupada por cómo sería su casa perfecta, por tener claros los detalles, por asegurar las variables. ¿Dónde será?¿Cómo será?. Echo de menos no entender sus agobios por todos los detalles del futuro que no podemos controlar, echo de menos tratar de tranquilizarla. Sobre todo echo de menos cuando lo conseguía. 

Echo tanto de menos sentirla feliz, escucharla llamarme "Juanmita" o cuando el único objetivo importante en el calendario era querernos. Extraño ser parte de su vida, su mano apretando la mía por debajo de la mesa y aquel extraño y precioso privilegio de poder estar en los momentos malos, sentir retumbar el corazón cuando me decía "nunca lo olvidaré". Sentir esa sensación cálida y familiar al entrar en su casa; tener un abrazo suyo después de mis actuaciones. 

Echo de menos encontrarnos después de una discusión, darme cuenta, lento como yo solo, de cuándo me estaba equivocando. Es curioso, de todo eso lo único que no echo de menos es tener razón. Cuántas veces no era tan importante. Echo de menos poder pedir perdón y que ella pudiese perdonarme.

Echo de menos todo eso y tantas otras cosas que me guardo sólo para mí. Y está bien. No quiero ocultarlo, no quiero hacer como si esto no estuviese pasando. No quiero aparentar, no quiero esconder que existen estos deseos de cosas imposibles. Quisiera escribir canciones sobre estas y muchas otras cosas, pero de momento no parezco capaz más que de hilar prosas torpes, sin florituras ni metáforas. Unicamente consigo solos de palabras descarnadas. Qué pena que sea necesaria esta distancia y este silencio para darme cuenta de algunas cosas. Qué pena que haya que echar de menos. Sobre todo, quisiera no tener que echar de menos.

Así estoy, extrañando muy fuerte todo lo que fue con ella. Porque fue real y porque fui feliz. Claro que recuerdo todo lo que no echo de menos. Claro que sé que en mis manos solo estaba mi cincuenta por ciento. También sé que no la necesito para estar completo, aunque a veces sienta que no me será posible. Sé que ella tampoco me necesita a mí: que será feliz, que seguirá su camino y sonreirá y cantará. Lo sé, lo sé. Sé lo que dicen los poetas sobre el olvido y también sé lo que dicen los expertos sobre las relaciones.

Ya no está a mi alcance. No puedo desandar lo andado. La respuesta, el camino, la vida... está delante de mí. Necesito paciencia y nunca fue lo mío, pero supongo que nunca es tarde para aprender a tenerla.  Mientras tanto acepto que sólo soy humano y que siento. Y me permito echar de menos. Siempre hay resignación en toda aceptación, ¿no?

Y después de un rato de añoranzas, puedo volver a sentir los pies en el suelo y recordar que hoy es hoy y que no hay nada más. El viaje sigue necesitando de mis pasos y aunque las huellas que añoro queden cada vez más lejos, las cosas que importaban siguen importando y todo lo que ella me regaló se queda conmigo. Las huellas que dejamos atrás ya no pueden volver a pisarse, pero de ellas podemos aprender a caminar mejor los pasos que tenemos por delante.

Allá adelante veo unas colinas. Veamos qué hay detrás.



















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