miércoles, 21 de octubre de 2020

Carpe Diem

Desde hace un tiempo siento que el precio del tiempo ha subido. 

Este año fatídico me lo recuerda una y otra vez. De pronto, las aparentemente interminables horas del confinamiento son polvo y ha pasado casi ya medio año de que este terminó. Hace nada, diría que la semana pasada, cumplía treinta años con una vida completamente distinta. Los veintiséis y sus crisis me parecían cercanos ya entonces, y no me explicaba cómo podían haber pasado cuatro años así, como sin darme cuenta. 

Siento que el tiempo se acaba. Se acaba para todos, claro. Pero yo lo siento cada vez más intensamente, dentro de mi. Es como si a la alegre despreocupación de la veintena, donde siempre habría otro año para hacer algo, donde siempre había momentos para posponer o donde siempre habría otra oportunidad le hubiese sustituido la certeza de que este viaje que es la vida se acerca cada vez más, en el mejor de los casos, a un ecuador. 

Como todas las sensaciones e impresiones que nacen y crecen en mi cabeza, sé también que esta es una historia más que me cuento, de una forma muy personal, muy mía, quizá a veces demasiado dramática y tremendista. Y sé que no debo prestarle a mis pensamientos toda mi atención. En mi propia vida y reflejado unas líneas más arriba queda muy claro que las impresiones y los pensamientos que vienen de ellos son mutables, cambian conmigo y con el pasar de los años.

Pero lo cierto es que de pronto muchas cosas han dejado de tener importancia. Experiencias y formas de pasar el tiempo que di por supuesto que siempre me atraerían de pronto saben insípidas y vacías; compañías y gentes dejan de tener peso en mi vida y lo más importante: me aferro más que nunca a lo que sé que quiero. Y empiezo a notar que tengo menos resistencia de lo que creía a dejar ir lo que no.

Siento que estos días se ha instalado en mí una certeza, una obviedad: el tiempo es precioso y se escapa entre los dedos como agua de mar. Que vivir en el pasado es perderse el presente y empeñar así el futuro que no sabemos si llegaremos a tener. ¿Por qué preocuparme tanto entonces por las infinitas opciones que podrían o nunca podrían ser?

Sé lo que quiero hacer con mi vida. Y si todo va bien, aún tengo tiempo. Debo recordarme que no debo  desperdiciarlo.




No hay comentarios: