Hoy estoy triste.
Es una tristeza difícil de explicar. No es una tristeza angustiosa, dramática. No hay lágrimas. No siento que un abismo insondable se abra ante mí, no siento que nunca vaya a volver a sentirme plenamente feliz. Puede que en los días pasados haya habido un poco de eso, pero hoy no.
La de hoy es una tristeza calmada, sin artificios. No se retroalimenta de mi lista de reproducción más lacrimógena, ni de ninguna empalagosa y angustiosa autocompasión.
No, solo estoy triste. Miro por la ventana y el brillo del sol parece gris y frío. Cualquier lugar fuera de mi habitación parece hostil. El rock de Marea que retumba en mis oídos es lo único que parece animarme a no estar bajo el edredón.
Es una tristeza consciente, resignada incluso. Una que me anima a no ocultarla ni a disfrazarla de nada más. Estoy triste y está bien. No pasa nada. No durará para siempre, aunque ahora parezca que los segundos se eternizan resistiéndose a pasar.
Hoy estoy triste y se muy bien que ese hueco que siento aquí dentro no puede llenarse con nada que venga de fuera. Lo he intentado a veces, quizá siempre. No funciona. Y he empezado a intuir que son el resto de cosas que están dentro de mí y que no son ese hueco las que encontrarán la forma, poco a poco, de llenar el vacío. A su debido tiempo.
viernes, 9 de octubre de 2020
Hoy estoy triste
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