Si estuvieran escritas sobre un papel de verdad, este estaría lleno de tachones, surcado de las arrugas que se hacen en un folio cuando lo haces una bola, hastiado y luego lo alisas e intentas seguir, lo vuelves a espachurrar, lo intentas de nuevo.
Si estuvieran escritas sobre un papel de verdad, el forense que le hiciera la autopsia encontraría tinta y sal.
Pero aunque este fuera un papel de verdad, las palabras escritas en él tampoco harían justicia al momento. No pueden capturar cómo se ha ido haciendo de noche en mi balcón; no pueden capturar las dimensiones del silencio, del frío o de la soledad de aquí adentro.
Para todo esto que me pasa por dentro no valen los tuits al aire, ni las publicaciones en ninguna red social, ni las letras de canciones que parece que son una casualidad. No valen los dobles sentidos, las indirectas, el tratar de aparentar algo que no es. No vale hacer como que no existe.
No vale soltar al aire la rima XLI de Bécquer, no vale lanzarse a beberse y devorar el mundo como si este se hubiera abierto de par en par ahora. No vale desgastar las palabras de un blog ni de libros que tratan de explicar qué le pasa a mi vida. No vale quedarse en la cama esperando que de alguna manera al despertar todo haya pasado y esté ahí de nuevo el sol calentando la mitad terriblemente vacía.
El caso es que nada parece valer. Ni siquiera el tiempo. Al fin y al cabo el tiempo no cambia nada, solo nos hace envejecer. Pero sin hacer algo, lo que sea, nada cambia. Muchas veces, nada cambia por mucho que lo intentes. Y supongo que ahí está el quid de la cuestión: pelearse con la realidad porque es como es y no como me gustaría que fuera.
Quería sacarlo todo a algún sitio. Algún sitio donde nadie vaya a encontrar estas palabras, estas letras, estos pesares. Pero a algún sitio en el que alguien pudiera hacerlo.
Pero aunque este fuera un papel de verdad, las palabras escritas en él tampoco harían justicia al momento. No pueden capturar cómo se ha ido haciendo de noche en mi balcón; no pueden capturar las dimensiones del silencio, del frío o de la soledad de aquí adentro.
Para todo esto que me pasa por dentro no valen los tuits al aire, ni las publicaciones en ninguna red social, ni las letras de canciones que parece que son una casualidad. No valen los dobles sentidos, las indirectas, el tratar de aparentar algo que no es. No vale hacer como que no existe.
No vale soltar al aire la rima XLI de Bécquer, no vale lanzarse a beberse y devorar el mundo como si este se hubiera abierto de par en par ahora. No vale desgastar las palabras de un blog ni de libros que tratan de explicar qué le pasa a mi vida. No vale quedarse en la cama esperando que de alguna manera al despertar todo haya pasado y esté ahí de nuevo el sol calentando la mitad terriblemente vacía.
El caso es que nada parece valer. Ni siquiera el tiempo. Al fin y al cabo el tiempo no cambia nada, solo nos hace envejecer. Pero sin hacer algo, lo que sea, nada cambia. Muchas veces, nada cambia por mucho que lo intentes. Y supongo que ahí está el quid de la cuestión: pelearse con la realidad porque es como es y no como me gustaría que fuera.
Quería sacarlo todo a algún sitio. Algún sitio donde nadie vaya a encontrar estas palabras, estas letras, estos pesares. Pero a algún sitio en el que alguien pudiera hacerlo.
Así que supongo que estas letras son una especie de mensaje en una botella.
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