jueves, 16 de julio de 2009

I giorni

El sol entraba en la habitación desde hacia ya horas. Es inevitable cuando la ventana solo está vestida por una fina cortina que antaño fue blanca. Sólo se escuchaba el silencio, pero él sabia que el despertador pronto iba a romperlo. Y asi fue. Se levantó de un brinco, queriendo devolver a la habitación su silencio cuanto antes. Plic. Y todo quedó de nuevo en silencio. Y él se tumbó de nuevo en su cama, boca arriba, y se quedó contemplando el techo, sonriendo.
Porque aquella mañana todo iba a ser distinto, y no una cruz más en la cuenta atrás de su calendario. Por la tarde volvería a llover, seguro. Pero aquella mañana era como la de las películas: hermosa, calida, suave y prometedora. Aún permaneció tumbado un rato más, recreandose en sus recuerdos, soñando con los ojos abiertos. No habia prisa.
Y en el fondo sabía que aquella mañana era igual a muchas otras, y que si la notaba distinta, más llena de luz y con una promesa en cada soplo de brisa, era porque quería verla así. Lejos, quizá cerca de su hogar, alguien estaría sintiendo como la misma mañana le robaba sus sueños y los esparcía al viento. Asi es la vida. Hoy yo, mañana tu; pasado, él. Asi somos.
Al final resultó que aquel dia sólo fue una cruz más en la cuenta atrás de su calendario. Y al principio se sintió triste, pero después se consoló pensando que siempre vuelve a amanecer.
Tal vez mañana...

1 comentario:

Gloria dijo...

Siempre he pensado que la espera se acerca a la perfección del momento esperado. Que los primeros compases de la canción, lentos, armónicos, guardan esa perfección en su interior. Que el día rompe, y es perfección. Y que la espera esperanzada es lo único bueno que podemos recordar si el milagro no se produce.

Hoy has tenido tu pequeño milagro. Así que disfrútalo. Te lo mereces.

Te aseguro que habrán muchos más. Tal vez aquel mañana se ha convertido en un hoy...