miércoles, 22 de julio de 2009

There she goes


Miró el reloj por enésima vez en cinco minutos. Seguía llegando tarde. Tras el reloj, sus ojos recorrieron izquierda y derecha, en busca de algún hueco donde aparcar. Bingo. Aun no había dado una vuelta y ya tenia donde dejar aquel trasto. Decididamente, era su dia de suerte. Aparcó con un par de maniobras (quizá tres) y descendió a toda prisa. Prisas… parecían su “sino”; aunque él sabía que en el fondo, era gracias a su mala costumbre de llegar tarde que estaba alli aquella mañana.

Abrió el maletero, cogió el balón y cerró. Sus ojos ya buscaban la entrada de aquel lugar, y la descubrieron a unos veinte metros. Botó el balón para comprobar como iba de aire, y comenzó a andar. Diez o quince pasos después, la vió a ella. Estaba sentada en un escalón, vestida con ropa de deporte. Él le sonrió a traves de la valla que les separaba, y quiso verla sonreir a modo de saludo. Treinta segundos despues, ya no había ninguna valla entre los dos.

Meses despues, él no recordaría qué se dijeron al verse. Solo recordaría que se dirigieron a la cancha, y empezaron a lanzar. Primero uno, luego otro. Él, ella, él, él, ella, otra vez él, dos veces ella. Y así se pasaban los minutos. Charlaban, lanzaban, esquivaban a los jugadores de futbol que jugaban su propio partido tras ellos…
Él trataba de impresionarla de alguna forma, aunque algo en su interior le decía que aquella era una idea estupida. Nunca supo si lo había logrado. Nunca quiso saberlo. No lo necesitaba. Tampoco supo cuanto tiempo pasaron lanzando a canasta, hablando, riendo… Pero en algun momento cercano al mediodia, los lanzamientos cesaron, y ambos salieron de la cancha.

- Te he ganado – le dijo ella con aquella sonrisa tan suya. Él rio, y asintió.

Porque era cierto: le habia ganado.

1 comentario:

Gloria dijo...

There she goes again...

Si alguien hubiera dicho que llegar tarde puede ser un acierto nadie le hubiera creído. Pero a veces es necesario llegar tarde.

Y sí, es verdad, no hubo sonrisa a través de la valla, ¿quieres saber por qué? Porque se la guardaba hasta que no hubiera valla entre ellos. Se la guardaba hasta el momento en el que juntos, uno al lado del otro, se dispusieran a saltarla.

Y sí, a partir de entonces, ya no hubo valla entre los dos. Así son los saltadores profesionales de vallas. Vaya, igual valió la pena esperar... Pero, si no me equivoco, él nunca lleva reloj, así que nunca llega tarde.

-Te he ganado. Sí, la cuestión no es esa exactamente, la cuestión es qué ganó. Y creo que ella no se refería a un partido en la cancha.